¿Cuántos años tiene un día?
por Fernando Paulsen
“La esperanza es la visión del presente en su periodo de gestación”. Así describió Erich Fromm uno de los sentimientos más poderosos y motivadores del ser humano. La esperanza es un proceso de creación, que se percibe hoy para que viva mañana.
Con el plebiscito del próximo miércoles 5 de octubre, se concreta una parte importantísima de esa gestación que los chilenos venimos construyendo desde hace ya largos años. Cualquiera que sea el resultado que se entregue a la ciudadanía después del acto electoral, una cosa está clara: se cierra una etapa de la lucha democrática y se abre otra, aún incierta y brumosa en cuanto a su conformación definitiva, pero plena de distintas y más ricas posibilidades de conquistar la democracia que jamás en el pasado reciente.
Hay hechos que desafían a los hombres a revelar sus mayores grandezas y sus más pequeñas miserias. El plebiscito es uno de esos hitos históricos donde cuesta guardarse cartas bajo la manga. Se actúa intensamente de acuerdo a los valores que los chilenos encuentran que deben expresar, a la hora de enfrentarse con fuerzas superiores a la fría racionalidad pura o al voluntarismo sin medida. Y ante el balance necesario de este periodo de gestación, aún inconcluso, creemos que los votantes del NO llegan ante la urna electoral con muchísimos más motivos para enorgullecerse que para sentirse decepcionado o proclives al lamento estéril.
LOS AÑOS DEL DÍA
Hace varios años, el teatro Ictus presentó una obra notable. Se llamaba “Cuántos años tiene un día”, e intentaba ilustrar el valor del camino recorrido en conjunto cuando este itinerario era interrumpido, en un día cualquiera, por un evento inesperado. Es precisamente en todos los años que tiene el 5 de octubre donde radica el principal factor de orgullo de la civilidad opositora frente al plebiscito. Porque el votante del NO acude a las urnas pasado mañana a entregar con un simple rayado de grafito un reflejo de su alma. Un alma que ha estado expuesta durante quince años a toda clase de presiones creadas para corromperla. Obstáculo tras obstáculo, frustración tras frustración, paso tras paso, el votante del NO ha podido sortear junto a todos sus iguales la máxima tentación del totalitarismo: la pérdida de la esperanza y, con ello, la renuncia a atesorar la visión de su presente que ya viene.
El votante del NO vota contra el candidato único, pero también vota contra parte de si mismo. Vota NO contra la soberbia que llevó a que Chile desconfiara durante mucho tiempo de la opinión y participación de todos en la construcción del país. Vota NO contra el veneno de la maquinación mezquina y también contra el llamado irresponsable, sin más sustento que la ideología y las leyes gramaticales. Vota NO contra muchas posturas propias anteriores, contra numerosos apoyos egoístas, irreflexivos, faltos de caridad y patriotismo.
EL DOLOR Y LA ALEGRÍA
Chile no estaba preparado para que la maldad se hiciera sistema en el territorio nacional. Y el golpe de su llegada fue demasiado fuerte. Muchos años tuvieron que pasar para que la mayoría de los chilenos aceptara que compatriotas suyos habían ultimado a sangre fría a miles de otros compatriotas en aras de odios bien guardados quien sabe por cuánto tiempo. Muchos más debieron pasar antes de que los actuales votantes del NO volvieran a levantar su voz, privadamente en un principio, cada vez más resueltamente más tarde. El alma se rebeló antes que la razón y mucho antes que la conducta.
Por todo ello, el votante del NO, el anónimo y masivo votante del NO, pudo resistir la poderosa fuerza que lo llamaba a envilecerse. Y voluntariamente quiso descubrir ese horror que era parte de su propia historia. Aprendió a llamar a los muertos por sus nombres y a considerarlos sus propios muertos. Cantó sin enfado las canciones prohibidas. Sacó lecciones de las miserias del pasado. Puso nuevamente la fe en las organizaciones en receso o proscritas. Buscó en sus viejos líderes y los nuevos que reemplazaron a los caídos o exiliados la confianza en una dirección de victoria. Y los siguió impenitentemente en mil derroteros infructuosos y otros tantos con sabor a genuino avance. Supo mirar al frente y, sobretodo, al lado. Y se dio cuenta de que no estaba solo. Y que grande y miserable como era, junto a los demás se multiplicaba su grandeza y disminuía aceleradamente sus miserias.
El votante del NO llega a las urnas con mucho llanto contenido y simultáneamente con mucha alegría en su corazón. Cada uno de esos votantes sabe que carga con una mochila de dolor a sus espaldas. Ha reconocido en la Dictadura parte de su propio rostro y ha decidido cambiar de apariencia, buscando mejorar lo mejor de sus valores, desechando aquellos que lo condujeron a su actual situación y deseando nunca más volver a cometer los errores del pasado.
Mucho se puede decir políticamente de la semana que pasó, pero pensamos que todo tiene su momento. Y el momento de hoy es encontrar la explicación de esos miles y cientos de miles de caminantes y marchantes por todo el país. De esa grandiosa demostración de orgullo cívico que fue la concentración del sábado pasado. Y la historia de esos hombres y mujeres no siempre coincide con la historia política de la semana. Ellos tienen su propia historia, que es la de todos esos años que caben en el próximo 5 de octubre. Y también la de todos los próximos años que están por venir. “Si hay esperanza, ella está en la plebe” decía el decepcionado protagonista de 1984 mirando a una mujer común y corriente cantar mientras colgaba la ropa recién lavada.
Por eso y todo lo demás que al votante del NO se le ocurra y que no contienen estas páginas, la fila de electores del próximo 5 de octubre frente a las 22 mil mesas de votación constituyen una cola positiva, una cola del orgullo nacional. Formada por todos aquellos chilenos que asistieron durante quince años a una visión de su propia muerte, pero que decidieron transformar su desilusión en fuerza y posponer su aguantado llanto de quince años, para soñar en un pasado mañana cargado de lágrimas de victoria.
Crónica política escrita por Fernando Paulsen en la revista Análisis del 4 de octubre de 1988.
Puedes descargar la revista en el siguiente enlace:
Revista Análisis 247 (4 de octubre, 1988)
Categorías:fuentes históricas, Historia de Chile